Días sin horas

sábado, noviembre 20, 2004
 
Casa y tarde

Otra tarde rara. Una tarde que apetece un chocolate caliente, pero no está la mamá. Una tarde en la que te alegras de que sea invierno, de que la noche llegue pronto, de que con su oscuridad cubra de anonimato a la ciudad y a sus habitantes. Huele a madera y no sabes por que; no tengo chimenea. Quizás sea por que la echas de menos, una alfombra sobre un suelo de baldosas, y enfrente una chimenea ardiendo con fuerza, con esas llamas que siendo nada son maravillosamente potentes. Una página de weblog en blanco, un montón de ideas y sentimientos, ¿ alguno original ? . Quizás intento hacer de mi vida una película, una historia donde los detalles más tontos son exaltados hasta el extremo. Un cuadro generado en mi mente, y que nada más tocarlo se desará como si a un dibujo al óleo recién pintado le echaras agua,... se deformaría hasta llegar a ser una masa informe y sin sentido.
Pero quizás este es el mejor refugio, esa habitación inexistente, donde me quedaría esas tardes. Simplemente mirando las luces de la ciudad, que me siguen fascinando aunque cada día las mire. ¿Qué tendrán las estrellas y las luces de las ciudades que nos atraen tanto? Somos como bebés que se quedan fascinados con el juguete más simple que da cuatro luces. Además esta sensación de bienestar observador se incrementa si estás escuchando algo de música, otra vez la película, poniendo banda sonora a nuestros momentos. Pero es que parece que sean más intensos si tienen una melodía; es una manera de mentirnos a nosotros mismos. Supongo que me quedo aquí subido en mi estrella.
He encontrado mi casa. Loftcube

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jueves, noviembre 11, 2004
 
Sangre en el desierto

Y encontrarás sangre en las piedras,
y decepciones de quien no las lanzó.
Con hierro y polvora les mataron,
pero los otros callaban.

Y se volvía carmesí el sol,
amanecían rayos granate;
y de verde se veía espectante.
Espectáculo a un color.

Y la sangre corría,
y ahora también el oro negro.
¿Por eso tanto esmero?
Tu dios, su dios, llorar quería.

Y se acabó, dijeron,
¿quién dice cuando se acaba?
no hay guerra amada,
pero nadie quiere ser prisionero.

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lunes, noviembre 01, 2004
 
El rincón para ver llover

Bueno como he puesto en Sin títulos, este será mi rincón para ver llover.
Ese rincón que ya llevo imaginando mucho tiempo. Es una habitación grande, con una cama doble, unas sábanas blancas deshechas, y un gran ventanal que ocupe toda una pared. Está dentro de un ático, y cuando llueve el ventanal se motea y siembra esas líneas de agua en las que te pierdes con la mirada. Ese rincón desde el que veo a ella tumbada en la cama, pérdida entre las sábanas, dormida pero con un ojo abierto de vez en cuando para mirarme y sonreirme, y volverse a dormir. Y las paredes que no sean ventanal estarán llenas de las frases bonitas que se me ocurran cuando me levante, y también habrá cuadros sin colgar y libros empezados y no acabados en los estantes.
Y también habrá cojines por el suelo para que cuando haga mucho frio no me congele de estar sentado sobre las baldosas, pero también tendrá calefacción que estará puesta muy fuerte y asi podré ir descalzo en Navidad! Y todo eso con ella, que sigue sin ser, sigue sin existir, que es un desdoblamiento de mi propio yo y de mil imagenes de noches mal dormidas.


No borraré los posts anteriores aunque no tengan nada que ver y sea una historia inconclusa.

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