Días sin horas

lunes, abril 25, 2005
 

Fluye el cielo entre tu piel y mis dedos


¿Cómo decirte que me encanta escucharte?

¿Cómo decirte que me pierdo con cada una de tus palabras?

¿Cómo decirte que echo de menos tu mirada cuando no te puedo ver?

¿Cómo decirte que me muero en silencio cuando estás y no estás conmigo?

¿Cómo decirte todo esto sin asustarte?

Añoro las caricias que nunca me has dado, pero las sigo sintiendo entre mi cuello y mis mejillas. Siguen cayendo entre mis dedos las lágrimas de emoción que te saltan cada vez que me ves por primera vez en mi sueño de cada día. Livianos, como tus sonrisas, tus recuerdos siguen revoloteando entre mis días, entre mi estado consciente diario y mi estado inconsciente nocturno; me recuerdan que te echo de menos, que sin ti la vida es menos azul y que si estoy así es por ti. Recuerdos, a veces amargos, cuando no me hablas; pero cuando me hablas los recuerdos se hacen miel en mi boca, y empalagan mi conciencia, y redescubren los matices a una vida que si ti pierde sus perfiles. Siendo oscuridad me traes calidez y luz, sigues siendo mágica hasta en la cotidianidad. Contigo los días no pasan, me acarician. Cae el cielo a mis manos para que disfrute lanzándote bolas de nube con mi infantilidad, y cae a tus manos para que compongas entre sus brisas mil melodías para volver a hacerme llorar y poderme consolar. Que bonito es el cielo cuando se vuelve púrpura, que bonito es el color púrpura cuando tu me coges de la mano.

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jueves, abril 07, 2005
 

Ya se funden mis recuerdos


Ya se ha escondido el sol de este día, pero aun puedo ver la luz que desprende, el cielo aun está iluminado. Sin embargo, sé que ya queda menos para que llegue la noche y me acoja en sus brazos de sueños y esperanzas. Esperanzas que debo renovar; si no, eternamente, viviré deseando beber de los labios que se esconden. Aun me quedan unos segundos para poder llorar y deshacerme sin miedo a reincidir. Y me encierro, y me escondo y me torturo.

Me torturo con las ansias de recoger de sus labios las últimas gotas de sangre que su corazón batió para mi.

Esperanza descuartizada por unos labios que se secaron y resquebrajaron para mi; que no conseguí humedecerlos por muchos besos que di.

Sus manos ya no se entrelazan con las mías, ni aun en sueños, ni a través de cristales, simplemente han volado. Me quedo, yo, con la mano puesta en el cristal frío; esperando a que vuelva y ponga su mano en la otra parte, que caliente otra vez mi alma.

Se desmembrena su recuerdo en un libro desordenado de momentos. Ya se pierde aquello que algún día fue y sentí, pero queda la esencia. Está es lo más doloroso de arrancar, porque habiendo echado raíces en mi alma rasgará el velo de mi alma. Pero sin ella me siento vacío, mis frases ya no tienen sentido ni lógica, solo acumulan tedio y desencanto.

Y me quedo en blanco, y no sé que pensar, ni decir, ni escribir. Simplemente, no sé nada, todo está en ruinas. Me volveré a mi rincón, a llorar solo; a llorar por el ángel, que no se queda conmigo; a llorar por mi; y a llorar porque sí. Luego me diré que ni se escribir ni sé sentir, que todo es una mentira, que es un sueño, que no es real. Y volverá la conciencia a grabar en mi mente que los sueños son para dormirlos, y no para vivirlos, y que los ángeles vuelan y no se quedan. Yo lloraré y gritaré que no; que los sueños son para no morirme de tedio y angustia en este camino, que jamás me gusto; y que los ángeles aunque se vayan, iluminan un poco de nuestra existencia.


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