Días sin horas

domingo, septiembre 10, 2006
 
Blanco

A veces me miro la palma de la mano, ¿de qué color es?. Tantas líneas, que creo que no dicen nada. Por lo menos nada de lo que ocurrirá, y sí de lo que ocurrió, como suaves cicatrices invisibles.
El tiempo me atormenta, la cascada eterna de segundos que me recuerda que de ahora (cualquier ahora) en adelante preguntaré menos y besaré más. Cuántos recuerdos, de cosas que nunca sucedieron, caben en la palma de mi mano.

Cuando pierde su color rosado, cuando se abre y la muñeca la agita para decir adios.

Nos vemos en sin títulos.

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sábado, septiembre 09, 2006
 
Cuarta parte.

Verde.

Cae la noche a las cuatro de la tarde, el invierno del norte. Hiela la nariz al respirar, pero el frío puede llegar a ser tan silencioso. El camino está helado y vas rompiendo las pequeñas placas de hielo al andar.
Es en esa oscuridad de media tarde cuando me escapo a bailar con los árboles.

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viernes, septiembre 08, 2006
 
Tercera entrega.

Azul

Las olas surcan el cielo dejando su espuma de nube. ¿De qué color es el cielo de quien vive en un pais en el que sólo llueve fuego? Del color de sus cascos, de los que están allí porque ya hay demasiado fuego y el cielo se está resquebrajando de la vergüenza.

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jueves, septiembre 07, 2006
 
Siguiendo el ciclo del cierre, segunda entrega de color.

Rojo

Labios que parecen de dibujo, de la mujer de Roger Rabbit, intensos y carnosos.
Mordíendose el labio inferior me recuerda a todas, que eran la misma, aquellas mujeres de las películas centroeuropeas, en las que contrastaba el color de sus labios con el gris del cielo.
¿Cuantos labios he buscado? Cada noche buscando a Cenicienta se me hacen las doce, y, entonces, mis palabras se vuelven calabazas. Tal vez, lo que siempre fueron.

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miércoles, septiembre 06, 2006
 
Llega el final de un periodo para Días sin horas, los que me siguen de largo ya saben que este blog lo abro de vez en cuando, lo cierro y lo vuelvo a abrir. Bueno pues vamos a acabar con una temporada de Días sin horas, habrá más, quizá un mes, quizá menos, quizá más. ¿Quién sabe?
Pero para el cierre de temporada voy a hacer algo que siempre había querido que era hacer una serie de textos de colores. Haré cinco, ahí va el primero. El quinto será el cierre y despedida. Seguiré en sintitulos

Amarillo

Cubre la calle sus hojas, árboles húmedos, lluvia incipiente. La rue de cualquier cosa.
Qué íntimas se hacen las mañanas encapotadas de París. Llega el otoño y la abraza, insuflándole ese caracter que sólo el que ha vivido allí puede reconocer.
Huyendo del tumulto de los Campos Eliseos, busco calles llenas de hojas para hacerlas crujir con mis pisadas.

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Llega Septiembre. Huele a libros de colegio y a lápices nuevos de colores.

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lunes, septiembre 04, 2006
 

Deambulas por los callejones agarrándote a los salientes de las paredes. Iluminado por los desprendimientos catódicos que hacen de tu cara un pantano reflectante.

Los pies van moviéndose sin ninguna estructura clara, se pierden en los traspiés y las suelas rotas. La rodillas se arquean intentando soportar el peso que parece excesivo cuando es insuficiente. Te pica todo el cuerpo, tantos días tirado y durmiendo entre cartones. Pero sabes que no es eso, que mal viaje de ácido.

La boca hecha una pasta mugrienta, hede a malas hierbas no digeridas. Te sientes una rata, esperando a la serpiente.

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domingo, septiembre 03, 2006
 
(otra transcripción del mismo día)

Qué espera tan larga mientras dura,
cuán corta cuando acaba.

Aunque sé que el deseo
jamás es recíproco y justo.
¿Por qué sigo esperando que me desees?

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sábado, septiembre 02, 2006
 
(transcripción de mi cuaderno)
31-08-2006
Mojácar

Te amo, luego existes.
Aunque no pueda tocarte,
aunque no quieras besarme.

Te amo, luego existes.
Mis manos huelen a heliotropo,
como aquella, única, vez
que me dejaste acariciarte el pelo.

Te amo, luego existes.
Ya no necesito que me digas que sí para escribirte.
Ya no necesito que me quieras para reconstruir tus caricias entre el sueño y la vigilia.

Acércate y apoya tu espalda en mi pecho,
déjame que vuelva buscar tus orejas
entre tu pelo, con mis labios.

Qué ausente es la noche de verano en soledad.
Ensoñado, acaricio tu vientre helado.

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