Días sin horas

viernes, diciembre 29, 2006
 
Sucede que me canso de ser hombre... ( Neruda)

Sucede la lagrima a la sonrisa en mi cara,
sucede tu princesa en mi reino,
sucede que sucede mi sucesión ... en tu diario.

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jueves, diciembre 21, 2006
 
El segundero amartilla cada segundo. Lo va clavando en la consciencia de todo aquel que observa la esfera blanca, inerte en la estación. Todo aquel que no ve sólo un baile homogéneo sin mayor pretensión existencial. Ojala pudiera.

El reflejo del asiento contiguo se mueve en la ventana contra el paisaje anochecido, dejándose atravesar por cada fotograma que resbala al chocar contra el cristal.
Neón incrustado en el techo reflejado que vibra con el dentelleo de las ruedas.

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miércoles, diciembre 13, 2006
 
Y recuerdo con ternura, pero sin amor, mi voz bajo las sábanas, escondiéndome del mundo, evitando que cualquier intruso pudiese oírme. Mientras mi voz vibraba en voz baja contándote cosas, mis dedos surcaban los pliegues de las sábanas haciendo figuras en el aire, como si fueras tú la que se deslizaba entre ellas, levantando sus curvas apagadas de luz.

Me pasaba tanto rato que se me quedaba la oreja roja, el teléfono fundido a la mano, y los ojos hundidos en el techo.

No era nada, sólo era que recordaba.

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lunes, diciembre 11, 2006
 
- ¿Recuerdas?
- Sí, recuerdo, cuando perdí la cabeza. Recuerdo que las ventanas se tornaron de colores, que me volvieron loco, que dejaron mi alma en blanco y negro. Hasta que apareciste y dijiste: "¿a dónde vas?, creo que estás loco, ¡has perdido la cabeza!".
Y fue cuando subí arrastrado, como en las escaleras mecánicas, hasta que también perdí el cuerpo. ¿Quién dijo que esto iba de ganar cosas?
Ya sólo me quedaba el alma, que no es ni cabeza ni cuerpo.
Pero no podía perderla. Porque era yo mismo, y uno no puede perder algo de lo que no se aleja. ¿Cómo podía perder el alma en un tiempo en el que creo que no hay nadie a quien dársela?
Así que me fui al acantilado, al finisterre de mi existencia y tiré mi alma, y yo me fui detrás. Caía, viendo todas esas rocas afiladas pasar tan rápido que se confundían con mis ojos. ¿Qué ojos? ¿por qué somos capaces de concebirnos sin cuerpo pero no sin ojos?
En mi cabeza resonaba: "No huiremos, lucharemos contra el dolor". ¿Con qué oídos si no tengo cuerpo?
¿Por qué sigo oliendo si no tengo nariz? ¿Por qué me estremezco al rozar las hojas?
Lo único que ha muerto, que he perdido, ha sido el gusto. Lengua quemada, mordí el sol al crearlas y no destruirlas, demasiado bonitas eran.

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miércoles, diciembre 06, 2006
 
Se metía entre las calles sólo cuando la noche las había rociado de anonimato y los chorros ámbar reflejaban todos los charcos. Una chaqueta a cuadros vieja, con coderas y dos remiendos; unos pantalones que se apoyaban sobre la huesuda cadera; unos zapatos borrados de tan viejos; y su sombrero, mugriento de tanto lluvia sin secar.
Decía que había perdido su corona, que se la habían llevado o que se la habían quitado, él era el príncipe de las calles encantadas de la ciudad, de los camiones de basura que a media noche bramaban en su honor, del cielo negro. Cielo que era negro porque, según él, la luna tenía luz negra e iluminaba el cielo de ese color; y era ese color, tan poco común, el que hacía que en la noche se tuviera ese sentimiento de haber dejado el cuerpo en el día, en el sol, que sólo la luz podía anclarlo al suelo.

Decía que sólo tenía un vicio en el que se dejaba el poco dinero que conseguía, nadie sabía cómo. Su vicio era subirse a los trenes que, de noche, cruzaban la ciudad de parte a parte, atravesando vidas, caminos y miradas. Y aprovechaba esos momentos para escribir en una pequeña libreta, que tenía los versos sin rima ni ritmo que le venían a la cabeza a la sombra del neón. Y los dejaba en los vagones doblados por la mitad, y escrito en el reverso “Es para ti”.

¿Quién no cree en su propia corona? ¿Dónde quedan los lugares rotos? Cristales hechos añicos por tantos pies que pisan sin mirar. Será que el Prince Norton está loco, pero nadie grita por anclarse a un despertador, a un traje, a un coche, a unos informes, a un tren que sólo funciona de día. ¿Dónde se quedó nuestra cordura? He perdido la corona. Me han robado mi corona.

( inspirado en Prince Norton de Cash Machine no está en el myspace, tienen otras, si queréis escucharla os la envío quiquebs arroba gmail.com)

Gracias, Dani, por hacerme recordar que he perdido mi corona.

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lunes, diciembre 04, 2006
 
Son las 7 de la mañana. Noche vacía. ¿Dónde duermes cuando te despiertas pensando que no has dormido?. Se caen las noches de los calendarios que sólo cuentan días.

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