Días sin horas

lunes, abril 30, 2007
 
El cielo hendido por las miles de lanzas que deformaban el horizonte y la nube de polvo avinagrada, daban el color al sonido de los tambores retumbando. La muerte en forma de ejercito, de personas armadas, de traquetéo metálico de armaduras temblando.

Ya empiezan a llover las flechas, que deshilachan los tejados, que marginan la luz del sol. El cielo se motea y crujen los pechos partidos, dejando al silencio silbado de las flechas un espacio que nunca había existido, ni de hecho existe, sólo la rotura conjunta de tantas almas desconcha el espectro de los sonidos.

Después ya sólo hay polvo y recuerdo bermejo. La extrema unción en sangre negra. Tres suspiros y una expiración.

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sábado, abril 28, 2007
 
Se quedaron la mitad de los sentimientos en la arena de la playa mediterránea, enterrados entre el agua y la sal seca de mis pies. Diluidos.
Sea lo que sea, el viento se lo llevará.

No se habrán muerto, pero dejaron de latir. Cristaliza la sal del agua marina en tu espalda morena, sí, la tuya, tú que no existes.
Sea lo que sea, el viento se lo llevará.

Y yo, que mezclo la necesidad de beber amores irreales con las notas y las letras, me fui tan lejos que perdí mi sombra de vista. Buscando las notas, las letras y los amores. Sólo encontré soledad seca. Hojarasca.
¿Las hojas muertas? El viento se las llevará.

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