Días sin horas

martes, septiembre 09, 2008
 
Llueve contra la ventana, salpicando el cristal de pequeñas gotas que van resbalando dejando tras de sí una suave estela de luz difusa.
Con una luminosidad gris de mañana plomiza, el cuarto parece más grande de lo que aparentaba ayer por la noche.
Un ayer por la noche febril. Con derroche de besos y caricias, sabor a sudor. Labios que treparon por su cuello, y manos que recorrieron su cintura buscando el sur de su cuerpo.
Manos que ahora la tocan como a un piano, tamborileando sobre su piel, que reconocen los contornos que ayer eran difusos y deslizantes. Ahora están definidos bajo unos dedos que amanecen nostálgicos, y sujetan con fuerza a los dedos que los acarician.
La acerca y nota el calor aun medio dormido de su cuerpo. Ella recoge su mano y la lleva a su pecho, que ayer era fuente de locura y hoy es paz y sosiego.
Él llega a verse reflejado en el cristal de la ventana. Su pelo enmarañado, su mentón poco definido, ... Quizá, ella no querrá desayunar con él. Al fin y al cabo, no es el más guapo, ni el más listo,... sólo lo eligió ella, porque él no hizo nada, y acabaron enzarzados en susurros de filosofía, literatura y amor. Era una noche, ella tendría a más.
Él se levantó. Tampoco estaba seguro de que fuera la mujer de su vida, y si lo era, la encontraría más adelante.
- Don Juan, quédate a desayunar y hazme un café. ¿Te hace una mañana de soledad compartida?
- Sí - dijo, aunque lo que pensaba era: "no sé cómo acabará esto, pero va a doler; putas princesas piratas."

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lunes, septiembre 08, 2008
 
No sé en qué momento aprendí a compartir el reinado del mundo que ejerzo desde mi almohada. Cuándo dejé de cortar y pegar corazones en mis paredes, rellenándolos de ilusiones diabéticas de tanto azúcar. Se difumina el momento, no sé si fue cuando llego su abordaje a mi cama, en el momento que ya no podía empezar a escribir sobre camas con pliegues vacíos, de almohadas incompletas. En algún momento empezé a encontrarle el gusto a que alguien amaneciera conmigo, y más que alguien, ella. Descubrí cómo me perdía el mirar su culo respingón paseando en bragas por la habitación, y me desbordaba el pensar que esa gracia y alegría se dormía entre mis brazos.

Nada es como escribí tanto tiempo atrás, nada de cuentos y rayos de luna. Sol, hombros desnudos; sábanas húmedas, muslos desnudos; besos y más que besos.

Aprendí en algún momento que me puedo enfadar mientras que la deseo, que las princesas disfrazadas de hippies también pueden sacar de quicio, que en su mano encuentro el refugio para todo mi cuerpo.

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sábado, septiembre 06, 2008
 
¿Y qué si se desbocan los pensamientos?
Positivos, negativos, o todo lo contrario.
Apareces por mis rincones jamás fueron tuyos, pero que ahora traspasas.
Será la lejanía que me deja escribir bajo la nostalgia y la melancolía. Será eso.
Será el tedio de no tenerte, de no jugar con tu espalda a darte demasiados besos.

Ven a mi calor, a mi sol, a mi arena, a mi sal de playa. Que aparezcan tus caderas frente a las mías, que aparezca tu pelo entre mis dedos, que aparezcan tus labios reclamando a los míos.

Quiero oír el crujido leve de tu despertar. Del pelo arañando la almohada, de tu torturadora alarma, de los besos que me das para despertarme lo suficiente como para ser consciente de que te vas y te pueda decir que tengas un buen día. Un ruido que se evapora con el suave quejido de la puerta al cerrarse. Sólo queda el silencio lleno de voces con tus palabras, con tus caricias literarias,... un silencio que retumba entre las paredes y me hace echarte de menos aunque tenga toda la cama para mí. Pero no quiero espacio.
Lo que quiero es encontrarte entre los pliegues de las sábanas. Quiero sentir que has trenzado tus piernas con las mías y no me vas a soltar. Que con mi pecho contra tu espalda y mi brazo cruzado por debajo de tu cuerpo, aprietas mi mano contra tu pecho y me haces sentir pequeño. Pequeño por sentir que el universo es más grande que lo normal, y se cae sobre mí.

Te quiero aquí, entre el calor del final de verano, que me recuerda a tantos otros veranos en los que tú no eras ni una posibilidad. Ahora estás aquí, y retroactivamente, en todos los veranos anteriores que ahora colapsan en un momento concreto, en el momento en el que pienso en ti, y siento que te echo de menos de una manera en la que nunca lo había hecho.

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