Días sin horas

sábado, enero 24, 2009
 
No me puedo dormir, grito en silencio.
La cabeza no para, y no hay orden que sea suficiente para acallar sus insultos. No, no para.
El estómago lleno de cuchillas se revuelve y no me deja dormir boca abajo, duele, somatiza.
Insomnio.

Analizo, por qué, no es para tanto, a todo el mundo le pasa, tiritas y a correr. Pero no cesa, sigue golpeando como las olas sin interrupción. Una tras otra van mellando las puntas de las rocas.

Si ella, si yo. "y si"s por todas partes, cortando por donde caen.

No, no para. Y yo ya no puedo más, ya no quiero más. Necesito respirar. Pero mi cabeza no me deja, sigue bombeando miedos y desilusiones por todo el cuerpo, y ya cualquier músculo sabe que me hundo, y ellos se hunden conmigo.

Me prohibo volver a ver sus fotos. Se va calmando un poco. Sé que esta vez va en serio, que no lo volveré a hacer.

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jueves, enero 22, 2009
 
Y al final amaneció, con un sol tibio que acariciaba sobrio los tejados de la ciudad. Las gotas del rocío empezaron a brotar de los cristales de los coches.

Aparecía la princesa por la esquina, con el cuello subido por un frío que fingía no tener, con una mirada como de quien espera una sonrisa. Aunque se la di no se conformaba, y recorrió con su dedo mi muñeca buscando la palma de mi mano, para soltarla enseguida.

Su nocturno, o el que yo le había asignado, arreciaba como las olas una y otra vez en mi cabeza. Había vuelto.

Y volvieron los versos, mis versos que se habían perdido, pero ya no los recuerdo. Sólo recuerdo los del poeta.

Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos: quiero la luz y el trigo de tus manos amadas pasar una vez más sobre mí su frescura: sentir la suavidad que cambió mi destino. Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero, quiero que tus oídos sigan oyendo el viento, que huelas el aroma del mar que amamos juntos y que sigas pisando la arena que pisamos. Quiero que lo que amo siga vivo y a ti te amé y canté sobre todas las cosas, por eso sigue tú floreciendo, florida, para que alcances todo lo que mi amor te ordena, para que se pasee mi sombra por tu pelo, para que así conozcan la razón de mi canto.




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