Días sin horas

martes, julio 27, 2010
 
A veces, sólo a veces, me acuerdo de ti más de lo que debiera. Sobretodo en estos días que me vuelvo a subir al árbol de la entrada a esperarte.
Hoy. Una vez al año. Como solías.

http://goear.com/listen/b1404a6/our-farewell-within-temptation

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domingo, julio 25, 2010
 
Trepaba por la acera
buscando entre tinieblas
el rastro de tu olor.

Buscaba, sin quererlo,
los pliegues de tu falda
donde encontré el deseo.

Encontré en tus muslos
la miel de los campos de verano
que arrastro en mi cabeza
desde los libros de mi infancia.

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miércoles, julio 07, 2010
 
Banda sonora para la lectura: http://goear.com/listen/80044db/angelina-marillion

Aunque lo hago casi todos los años, no por ello deja de comprimírseme el estómago cada vez que veo la casa en la que pasé mi infancia. La puerta, las ventanas, lo árboles del jardín.
Quizá ya no es tanto la casa como el pueblo que la rodea, en el que me veo paseando como un yo que podía haber sido si me hubiese quedado allí. Ni mejor, ni peor, simplemente otro. Y el pensar que yo podría haber sido otra persona, me perturba.

Un año más, pero este era diferente. Te había traído conmigo, por alguna razón te habías colado en mis ojos a través de la luz roja del atardecer al pasar cerca de donde sabía vives. Y ahora imaginaba que te iba contando todo lo que sentía y pensaba, mis dudas sobre lo que podría haber sido yo, la intranquilidad de encontrarme a un amigo de entonces que no me reconoce y ante el que no sé cómo actuar.

Me imaginaba que íbamos los dos y nos parábamos en el banco que hay enfrente de la que era mi casa. No te puedo mentir, ese era el banco en el que se sentaban los "mayores", no tendrían más de 14 años, y se comían a besos, y yo los miraba desde detrás de los cipreses de la valla.

Mirábamos mi casa y yo te contaba cual había sido mi habitación hasta que mi hermano se hizo mayor y dejó la cuna y nos fuimos los dos a una habitación más grande. Te hablaba del sótano donde estaban todos mis jueguetes, y lo desastre que era, y que siempre me reñían por dejar todos los juguetes por el suelo. Te contaba que tenía un monopatín, y me iba a la calle a jugar, y una vez me caí y recuerdo mi rodilla ensangrentada, como si fuera tan grande como mi cabeza. Probablemente no lo era.

También te contaba cómo iba a jugar a casa de mis amigos, que estaban en las calles de al lado, cómo nos perdíamos por los minúsculos parques, que había entre las casas, para que nadie nos encontrara. Te decía que si me acompañabas al parque, y te reías, y me preguntabas si entonces me funcionaba con las chicas lo del parque. No me quedaba más remedio que sonreír mientras te cogía ligeramente del antebrazo, convenciéndote de que me acompañaras al parque. Mientras te contaba que jamás, ni siquiera entonces, había sido un Don Juan. Lo único que recuerdo, recordaba, de aquella época eran tres chicas guapas que eran las "novias" de los que jugaban bien al fútbol, y una a la que yo le gustaba, que la recuerdo como fea y loca; me perseguía por la clase intentándome dar un beso en los labios y yo me intentaba escapar.

Nos quedamos en el parque un rato en unos columpios diminutos y oxidados. Ya no había niños en el parque. ¿Se habían acabado los niños en esa zona? Quizá era que en mi época ni había videoconsolas, si no también nos hubiesemos quedado en casa. Quizá era que los padres ya no se fiaban de quien pudiera andar por allí. Quizá sólo era casualidad.

Te ibas, y te fuiste, y te dije: no me vas a dejar solo aquí, ¿verdad?. Pero sí, te marchabas, y yo me senté en el bordillo de enfrente de la que era mi casa, el banco es sólo si compartes, y me quede un rato mirando hasta que apareció una niña de unos 10 años, y unos segundos después salió su padre con un perro cogido con una correa. Iban a pasear, me miraron sin saludar, evitando que me sintiera invisible pero haciéndome sentir extraño.
- Vamos- me dije. Me levanté y me fui caminando, solo, como había venido.
Esta vez, decidía, era la última que te traía.
Rancia, pensé, ni un beso de buenas noches.
Otrora habría sufrido un poco más por el desdén. Ya no.

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