Días sin horas

domingo, noviembre 04, 2018
 
Doblar una esquina

Sabios de todas las civilizaciones han debatido infructuosamente sobre el curioso fenómeno de doblar esquinas. Dos planos perpendiculares que forman una estructura tan rígida que ningún ser humano es capaz de alterar con sus propias manos, pero que hasta el más torpe es capaz de doblar. Pese a que lo habitual es doblarla andando, también se puede hacer corriendo, saltando, en bicicleta e, incluso, haciendo la croqueta. 

Por lo que tengo entendido fue Periacóntodo, filosofo griego y panadero en su tiempo libre, el primero en identificar este fenómeno. Pese a ser ninguneado por sus coetáneos - a Zenón de Elea le pareció una idea absurda incluirlo en su libro de aporías - sus ideas han transcendido hasta la actualidad. 

Fue desafortunado que Periacóntodo vivirá en la única aldea de Grecia menor en la que no se diferenciaban los conceptos de interior y exterior. Dicha particularidad supuso que fueran esquinas tanto el cruce exterior de los muros como el cruce interior. Este último tipo de esquina imposible doblar, ni siquiera haciendo la croqueta. La inexactitud lingüística se hubiese podido arreglar a tiempo por el mismo Periacóntodo, siendo, ahora ya, completamente imposible. 

Como todos de niños hemos leído en el colegio, el panadero griego dato el inicio de este fenómeno en los albores del imperio sumerio con las primeras construcciones cuadradas. Pese a que fue un gran avance en la movilidad urbana, los sumerios vivían desconcertados por darse, ocasionalmente, de bruces con sus vecinos al realizar esta práctica. 

Siguiendo los planteamientos de Periacóntodo, las esquinas mantuvieron esa disposición mística pero sencilla durante muchos siglos, hasta que llegó la ilustración y, en pro de la razón, se inventaron los chaflanes con sus esquinas dobles. Las esquinas de 90 grados fueron sustituidas por dos esquinas de 135, dejando obsoleta la simetría de las esquinas interiores y exteriores. 

Desde entonces se doblan dobles esquina, lo que vulgarmente se conoce como cuadruplicar una esquina. Al principio fue confuso, la gente sólo doblaba una de las esquinas quedándose atrapada en los chaflanes. A tanta gente le pasó que muchos se quedaron a vivir allí, formando ciudades y hasta países – pequeños claro. 

No sé si a usted se lo parece pero a mí me parece una historia fascinante.  Yo, personalmente, acostumbro a doblar y cuadruplicar esquinas por la mañana al ir a trabajar y sobre todo al volver, que es cuando más prisa tengo. Como los últimos sábados, hoy he vuelto a esta esquina que no está lejos de casa para ver cómo se dobla. 

Es, sin duda, un objetivo complicado. El primer sábado que vine pasó un lingüista que, al verme tan entregado, me preguntó qué estaba haciendo. Le conté mi propósito y, aunque lo encontró loable, intentó disuadirme desde el primer segundo. “No pierda el tiempo” me decía, “hay veintidós acepciones de ‘doblar’ recogidas en el diccionario. Es poco probable que se aparezca la que usted quiere. Por ejemplo, ‘mano’ es la palabra con más acepciones, treinta y seis acepciones simples y trescientas setenta y una complejas, y yo, que soy lingüista a penas he podido presenciar más de cinco de ellas.  Váyase a casa y busque otra afición menos frustrante como el avistamiento de petimetres o el dominó.”

Para ser lingüista parecía muy interesado en las probabilidades. Particularmente yo he sido más partidario de las posibilidades. Las probabilidades son infinitas y las posibilidades solo dos – que sea o que no sea – así que al final tienes un 50% de probabilidad de que sí sea. 

Hoy, espero tener más suerte, he traído un microscopio para ver el fenómeno con más detalle. Mi idea es situarme a escasos centímetros de la pared, esperar a que alguien doble la esquina y observar como se pliega el muro como para que el ojo humano pueda no verlo.


Después de varias horas, hoy tampoco he conseguido ver nada, pero no cejaré en mi empeño.  El próximo sábado vendré con un telescopio para que nada doble mi misión – doble de la séptima acepción de doblar del diccionario: inducir a alguien a que piense o haga lo contrario a su intento u opinión. 


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