Días sin horas

sábado, octubre 28, 2017
 
Cuánto nos quisimos con las palabras, en cada quiebro, en cada frase había una idea que nos queríamos lanzar sucintamente. Ahora leído queda un poco infantil, pero sigue siendo tan bonito poder recordarlo. Me he sentido tan tonto por no haber entendido mucho antes de lo que lo entendí que mis sentimientos eran recíprocos. Uno siempre aprende demasiado tarde, o al menos yo sí.

Releía hoy los, quizá, cientos de correos que intercambiamos hace ya tanto tiempo y que son tan vividos como una foto. No era nostalgia lo que me ha invadido, pero sí que esa sensación de revivir sentimientos que se han quedado cristalizados y que pueden verse con la pureza del momento en que se escribieron. Curiosamente el correo que tenía, odioso hotmail de messenger, no guardó lo que yo envié y sólo me queda lo que recibí. Es algo así como una carta a medio hacer, en la que intento recordar lo que dije. He tenido que acudir al blog a releer, y tanto he releído que he buscado momentos que recordaba y he podido reconstruir. ¿Te pasará a ti algo similar? Quizá no entiendas muchas de las cosas que digo porque ni siquiera recuerdas haberlas escrito.

En algunos casos me arrepiento por las tonterías o las impertinencias. Era, como hoy soy de otra manera, inseguro y así intentaba jugar lo poco que sabía en esa época tan tonta llamada los veinte.

Los treinta, que es falso que sean los nuevos veinte, traen cosas distintas. Ya no busco la salvación tras una falda, ni me desvela el ansia de esos labios que se antojan imposibles, quizá sólo echo de menos la sensación que generaba, no el hecho en sí. Te parecerá ridículo pero hoy me develan otras cosas, ¿sabes que he soñado durante las últimas noches que tenía un hijo? Y me he levantado contento como si las cosas recobrasen un sentido que se me ha perdido.

¿Sabes también que todo aquello que me decías de lo bien que escribía he dejado de creérmelo? En mi trabajo tengo que escribir mucho y bien, y no siempre sale tan bien como debería. No sé por qué te lo digo, pero como es una conversación al aire, sin que realmente estés, me permito ir sacando los temas que me surgen - que curiosamente llevo unos años pensando que no tengo nada de lo que hablar, cuando estoy en grupo o con gente nueva, me quedo callado sin saber muy bien como generar una conversación normal. Las palabras se han secado, o quizá estas palabras ya no caben en ninguna conversación a esta edad. Buenas noches, descansa.

Ya no te acordarás pero a tu salud: https://www.youtube.com/watch?v=frbhWBJZBOo (qué tonto se hace ahora escuchar a Carla Bruni, sólo puedo pensar en Sarkozy)

(3) comments

sábado, octubre 21, 2017
 
palabras surcando las calles a ritmo de Bonobo https://youtu.be/ebzEEEdjHj0

Los cuadrados que dibujan las aceras más vulgares de la ciudad adquieren un matiz satinado cuando las farolas de la ciudad vuelvan su luz ámbar. La visión de los cuadrados es más una construcción mental que algo que llegue a ver desde, aquí, la azotea de mi piso. Bueno, sí, algo se intuye de esas ranuras que desaguan en pequeños ríos las escasas noches de lluvia como la de hoy.

No había vuelto a subir a la azotea desde el cumpleaños de Beatriz de hace dos años. Pese a ser el mismo espacio no se veía igual. Aquel día la atmósfera era ligera entre las velas, los sandwiches fríos que deberían estar calientes, y las bebidas templadas que deberían estar frías. Si cierro los ojos lo recuerdo como una noche de risas, historias banales de trabajo o política y el grupo de amigos habitual. Ese día permitió a Bea olvidar que había suspendido otra vez la oposición y que esa iba a ser la última vez que se presentaba. ¿Cinco años perdidos? ¿Cuántas veces había pensado que no podía dejarlo en ese momento ya que le había dedicado tanto tiempo? No sé muy bien si fue un límite que se había puesto ella a priori o simplemente se vio desbordada por la situación. No me importaba, quizá ese fue el problema.

Hoy, sin embargo, el ambiente es plomizo, no por la humedad ni la presión. El suave fresco de la noche hace que la lluvia sea agradable. Es un pesar que emerge de la quietud de la ciudad, en la que parece como sus habitantes hubiesen huido dejándome solo para que todas mis preocupaciones ocuparan cada rincón del espacio visible. Veo a la sensación de fallar a mis clientes aparecen dos calles más arriba, y se encuentra con la sensación de no estar viviendo la vida que quiero en el paso de zebra. No vivir donde quiero, no haber llegado a hacer algo transcendente, no haber sido capaz de convencer a María que merecía la pena volver a intentarlo, no haberme adaptado a una vida tranquila con Bea.  Los problemas como personas que transitan mi ciudad desierta. Salgo de casa, dejándome las llaves dentro conscientemente, no quiero volver. Voy a caminar tan lejos que los problemas no podrán llegar. Buscaré una ciudad en la que no conozca a nadie y nadie me pueda encontrar y vagaré por sus calles, ¿me convertirá eso en un vagabundo?

(0) comments



Sigueme por RSS