Días sin horas

sábado, octubre 21, 2017
 
palabras surcando las calles a ritmo de Bonobo https://youtu.be/ebzEEEdjHj0

Los cuadrados que dibujan las aceras más vulgares de la ciudad adquieren un matiz satinado cuando las farolas de la ciudad vuelvan su luz ámbar. La visión de los cuadrados es más una construcción mental que algo que llegue a ver desde, aquí, la azotea de mi piso. Bueno, sí, algo se intuye de esas ranuras que desaguan en pequeños ríos las escasas noches de lluvia como la de hoy.

No había vuelto a subir a la azotea desde el cumpleaños de Beatriz de hace dos años. Pese a ser el mismo espacio no se veía igual. Aquel día la atmósfera era ligera entre las velas, los sandwiches fríos que deberían estar calientes, y las bebidas templadas que deberían estar frías. Si cierro los ojos lo recuerdo como una noche de risas, historias banales de trabajo o política y el grupo de amigos habitual. Ese día permitió a Bea olvidar que había suspendido otra vez la oposición y que esa iba a ser la última vez que se presentaba. ¿Cinco años perdidos? ¿Cuántas veces había pensado que no podía dejarlo en ese momento ya que le había dedicado tanto tiempo? No sé muy bien si fue un límite que se había puesto ella a priori o simplemente se vio desbordada por la situación. No me importaba, quizá ese fue el problema.

Hoy, sin embargo, el ambiente es plomizo, no por la humedad ni la presión. El suave fresco de la noche hace que la lluvia sea agradable. Es un pesar que emerge de la quietud de la ciudad, en la que parece como sus habitantes hubiesen huido dejándome solo para que todas mis preocupaciones ocuparan cada rincón del espacio visible. Veo a la sensación de fallar a mis clientes aparecen dos calles más arriba, y se encuentra con la sensación de no estar viviendo la vida que quiero en el paso de zebra. No vivir donde quiero, no haber llegado a hacer algo transcendente, no haber sido capaz de convencer a María que merecía la pena volver a intentarlo, no haberme adaptado a una vida tranquila con Bea.  Los problemas como personas que transitan mi ciudad desierta. Salgo de casa, dejándome las llaves dentro conscientemente, no quiero volver. Voy a caminar tan lejos que los problemas no podrán llegar. Buscaré una ciudad en la que no conozca a nadie y nadie me pueda encontrar y vagaré por sus calles, ¿me convertirá eso en un vagabundo?



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