Días sin horas

martes, agosto 22, 2006
 
Sentado en una de las mesas de aquel bar del centro de Valencia, un bar cualquiera, anodino, con sus mesas cuadradas y sus manteles de papel, con su camarero de pajarita mustia y chaleco lánguido. Se tomaba un café léntamente mientras que jugaba con un rosario de madera, se lo dio su abuela, ella tenía esperanza en él, más que él mismo.
Con el trasiego de las once de la mañana y los bocadillos de jamón con queso para los que perdían sus horas en las oficinas colindantes, se levantaba un olor fuerte y rancio a refrito y a tabaco. Era desagradable pero no iba a esperar fuera, fuera llovía, hacía viento, era Noviembre.

Por fin llegó ella, espléndida, pálida rozando lo angelical, se descubrió el pelo de la capucha, y calló sobre sus hombros su pelo negro, más oscuro de lo normal por el agua que le había calado. Venía con unos vaqueros ajustados y una sudadera deportiva. Andaba sin pretensiones, pero movía la cadera para contonear sus curvas, que eran el resquicio de la fidelidad de muchos; y sonreía a aquellos que le miraban con una cortesía cruel.
Se sentó en frente de él y levantó una ceja. Se llevo la mano al pelo como si su mano fuera una toalla y le dijo entre dientes pero sonriendo, frunciendo ligeramente el ceño: "Odio estos días que tanto te gustan".

Comments:
"Vestía" regular, pero movía el culo con un swing que derretía el hielo de las copas...


Naturalmente el sexo opuesto siempre sabe como utilizar sus encantos frente a una situación como esa ;)
 
el sexo opuesto a qué?
 
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