Días sin horas

sábado, agosto 12, 2006
 

Y al final la maté,

La maté y la desollé.

La esperanza, impávida, me sonreía,

con su muerte había vencido.

Como el Dios de los cristianos,

que muriendo ganó su palabra,

su reino.


Y así borré sus caminos,

deshice sus fotos,

decidí entender que jamás existió.


Y así ha muerto, sin pena ni gloria.

Ella que fue tan plena, muere luna nueva.




Sigueme por RSS