Deambulas por los callejones agarrándote a los salientes de las paredes. Iluminado por los desprendimientos catódicos que hacen de tu cara un pantano reflectante.
Los pies van moviéndose sin ninguna estructura clara, se pierden en los traspiés y las suelas rotas. La rodillas se arquean intentando soportar el peso que parece excesivo cuando es insuficiente. Te pica todo el cuerpo, tantos días tirado y durmiendo entre cartones. Pero sabes que no es eso, que mal viaje de ácido.
La boca hecha una pasta mugrienta, hede a malas hierbas no digeridas. Te sientes una rata, esperando a la serpiente.