Si ahora estoy solo, completamente solo, es porque la hora de nona se ha hecho eterna. Porque se deslizan por las paredes los requiems corales que devuelven tenebroso el pasillo. Corren los niños de vuelta a casa cuando suenan las campanas, cuando suena nona, cuando la noche se hace sólida y la poca luz que va a quedar tiembla en el aire como espectros de los miedos de cada uno.
Repican ya las campanas, se tuerce el árbol de la estable conciencia, y se zambulle en la laguna negra sin estrellas ni luna.