Días sin horas

miércoles, diciembre 05, 2007
 
¿Sabes? Me gusta cuando me rozas la mano sin querer. Se me eriza la piel y me da la sensación de que no ha sido fortuito, y que tu sonrisa de disculpa es más cómplice que de arrepentimiento. Me pone nervioso el mirarte mucho tiempo a los ojos y saber que esperas que te diga algo interesante y sólo me salga el meterme contigo con alguna tontería como si tuviera 5 años y estuviera en el parvulario tirándote de las coletas. Quizá las cosas no cambian, o quizá es que nunca estiré las coletas de ninguna niña entonces.
No es enamoramiento, porque no me quitas el sueño, pero es la sensación dulce de mirarte y desearte a la vez. Algo más carnal que el romanticismo becqueriano, el de tu pecho contra el mío y el de los besos esparcidos por el cuello. Es el seguir tu falda con mi mirada, y pensar que sabes que te miro y te gusta que te mire.

Te escribo en mis manos para que no lo puedas leer. Es ridículo, es infantil, pero me he quedado atrapado en mis propias trampas de romanticismo-para-comprar muslos; y ahora no siento el temblor del pecho, y me invade una pedantería estúpida en la que creo que tengo que demostrarte todo lo que sé para que pienses lo bueno que sería estar conmigo. Se me olvida demasiado a menudo que te tengo que decir lo que me gusta escucharte y lo guapa que me pareces. Tan sencillo, tan simple.

Comments:
Descructivo, sincero, perfecto.

Bienvenido de nuevo, se te echaba mucho de menos.
 
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