Días sin horas

sábado, septiembre 06, 2008
 
¿Y qué si se desbocan los pensamientos?
Positivos, negativos, o todo lo contrario.
Apareces por mis rincones jamás fueron tuyos, pero que ahora traspasas.
Será la lejanía que me deja escribir bajo la nostalgia y la melancolía. Será eso.
Será el tedio de no tenerte, de no jugar con tu espalda a darte demasiados besos.

Ven a mi calor, a mi sol, a mi arena, a mi sal de playa. Que aparezcan tus caderas frente a las mías, que aparezca tu pelo entre mis dedos, que aparezcan tus labios reclamando a los míos.

Quiero oír el crujido leve de tu despertar. Del pelo arañando la almohada, de tu torturadora alarma, de los besos que me das para despertarme lo suficiente como para ser consciente de que te vas y te pueda decir que tengas un buen día. Un ruido que se evapora con el suave quejido de la puerta al cerrarse. Sólo queda el silencio lleno de voces con tus palabras, con tus caricias literarias,... un silencio que retumba entre las paredes y me hace echarte de menos aunque tenga toda la cama para mí. Pero no quiero espacio.
Lo que quiero es encontrarte entre los pliegues de las sábanas. Quiero sentir que has trenzado tus piernas con las mías y no me vas a soltar. Que con mi pecho contra tu espalda y mi brazo cruzado por debajo de tu cuerpo, aprietas mi mano contra tu pecho y me haces sentir pequeño. Pequeño por sentir que el universo es más grande que lo normal, y se cae sobre mí.

Te quiero aquí, entre el calor del final de verano, que me recuerda a tantos otros veranos en los que tú no eras ni una posibilidad. Ahora estás aquí, y retroactivamente, en todos los veranos anteriores que ahora colapsan en un momento concreto, en el momento en el que pienso en ti, y siento que te echo de menos de una manera en la que nunca lo había hecho.



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