- ¿Por qué estoy aquí? No tengo demasiado claro cómo he llegado. Bueno sí, pero qué mareo, aun me dura la migraña. Estaba en casa y he empezado a caminar. “Cada dos calles gira a la derecha”, me he dicho, y aquí estoy, en una calle que ya no lleva a más sitios, que se acaba, una puerta de garaje y esta puerta. Era lógico, tenía que entrar... No creo que viva nadie aquí.
Al entrar se encontró en una estancia grande, mediría unos diez metros de largo y cinco de ancho. Habría sido un comedor en otro momento, una mesa carcomida y enterrada en polvo dominaba el centro de la habitación. También habían algunas sillas dispersas, la mayoría rotas, algunas sin patas, otras sin respaldo. Olía a cerrado y a viejo, como el olor a madera húmeda.
Al darle al interruptor que había junto a la puerta, una bombilla, que colgaba de un cable, iluminó pobremente los muebles. Era una visión desoladora, como la de cualquier sitio abandonado, un poco triste y demasiado lóbrega.