Días sin horas

sábado, abril 29, 2017
 
Para acompañar: https://www.youtube.com/watch?v=A0HFtcCRVNc

¿Y si sí que era miedo?

El reflejo de las farolas de madrugada lanzaba destellos ámbar sobre el capó del coche. Yo tenía esa nostalgia que siempre se cuela en mi pecho al conducir de noche en la ciudad: las farolas, los neones, el panel de luces del coche vistos desde el asiento de atrás, tumbado, mientras tus padres conducen de vuelta a media noche.

El pie recalaba suavemente sobre el acelerador manteniendo una velocidad constante. Amarillo, rojo. Daba igual, el coche volaba siseando sobre las calles vacías de esta ciudad que nunca fue demasiado mía. Tú empuñabas con delicadeza el revolver, como si no fuera un objeto con el que se mata. Lo sostenías tan cerca de mi sien que en las curvas, el cañón rozaba mi pelo.

Era absurdo pero no pensaba ni en ti, ni en la pistola, ni en los semáforos. Pensaba en aquel pobre tío que había colgado en una de esas redes profesionales, en las que sólo se ponen estupideces, que se había ido de una empresa porque ya no le convencía y que ahora no le contrataban por estar muy cualificado. Decía tener mucho compromiso, muchas ganas. No tendría tanto compromiso si se había ido de la empresa anterior sin resolver lo que le molestaba, o quizá no se había ido y lo habían "ido". Quizá ese patetismo entre cómico y triste me hizo sonreír y por eso me sacudiste con la culata de la pistola en cogote.

Fue entonces cuando me di cuenta de que sí que era miedo. Sí que estabas nerviosa. Sabías que habías  perdido el control y lo que había empezado con la tonta idea de asustarme y vomitarme tu resentimiento, se había convertido en un secuestro. Pero no habías pensado - o quizá sí - que la muerte de Dani me había afectado a mí más que a ti y no me importaba demasiado conducir temerariamente mientras no dejaba de sangrar por el costado. Tú me odiabas por ser el culpable de haber perdido de vista en la playa a nuestro hijo de 6 años, pero ese odio no se acercaba a la amarga culpabilidad que sentía. Y yo también te odiaba a ti, te odiaba por no perdonarme o no comprenderme, de culparme por lo que siempre me perseguiría.

Yo no tenía miedo como tú. No quería morir, pero sabía que no iba a morir. ¿O sí? Fue cuando se me cruzó este pensamiento que empecé a acelerar. 80 kilómetros por hora por la ciudad se hacen violentos. Empezaste a gritar mi nombre y golpearme la cabeza con la pistola. Yo no sentía nada. 90. 95. 100. 110. Las curvas más suaves parecían desgarrar el asfalto. Empezaste a llorar. Gritabas "lo siento" mientras sollozabas desacompasadamente. ¿Qué coño ibas a sentir? Era mi culpa, ya lo sabía yo. ¿Lo del secuestro? No te preocupes, me daba igual. No te dije nada de eso, realmente no había dicho nada desde que te vi aparecer por la puerta de mi casa con la pistola en la mano.

Vi la ligera curva que hace la Gran Vía al salir hacia el puente del río. Decidí que no iba a girar. Cogí fuerte el volante, el coche iba a 140, no se me ocurrió otra cosa que decirte "Hallarás la paz que no me has dado".



Comments:
No me gusta lo que siento al leerte, no me gusta esta entrada... aunque igual eso demuestra que está bien, porque consigue transmitir zozobra e inquietud.
 
Simplemente era una noche de Viernes, sin nada que ver. Dejé a unos personajes vagar por un paisaje cualquiera y tener una historia. Nada más.

besos
Quique
 
Publicar un comentario


Sigueme por RSS