En la alacena encontré tus ojos claros que entre el azafrán habían tomado sabor de suelo. Tantos olores mezclados para que en el olor a ceniza de brasero encuentre tus piernas entre mis manos, para que sea así como nos encontramos. Como sin contacto, casi, se eriza la piel de tanto intuir, de tanto jugar. Fuego blanco de guerra santa, de guerra de lujuria y deseo, de guerra de momentos.