Días sin horas

miércoles, diciembre 13, 2006
 
Y recuerdo con ternura, pero sin amor, mi voz bajo las sábanas, escondiéndome del mundo, evitando que cualquier intruso pudiese oírme. Mientras mi voz vibraba en voz baja contándote cosas, mis dedos surcaban los pliegues de las sábanas haciendo figuras en el aire, como si fueras tú la que se deslizaba entre ellas, levantando sus curvas apagadas de luz.

Me pasaba tanto rato que se me quedaba la oreja roja, el teléfono fundido a la mano, y los ojos hundidos en el techo.

No era nada, sólo era que recordaba.

Comments:
Qué agradable una segunda parte tan sorprendente. Lo que puede quemar una oreja por la distancia...
 
lo estaba intentando olvidar... si por lo menos quedara eso
 
Y qué de la angustia de colgar y el vacío infinito de después que dura un segundo, pero igual es infinito.

Mira, hay cosas que mejor las dejamos en recuerdos. Duelen menos.

Una de ellas es la distancia, y esperar, y contar los días para vernos un poquito, nunca suficiente, y luego de nuevo esperar, y el teléfono y las cartas, y esperar y llorar. Y esperar.

Dejá que sean recuerdos... duele menos.
 
esther, creo que no es la segunda parte de nada. Es un final en bucle.

-, no queda nada, o sí? no quiero saberlo

phi, a qué esperamos? esperamos de esperanza? esperamos de desesperar? Angustia de el eterno stand-by
 
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