Déjame acunarte en mis brazos.
Déjame mecer tus sueños en mi duermevela.
Déjame acariciar tu cuello que tienta mis labios.
Déjame cuidarte pese al empalago.
Porque siento la necesidad de ceñirte a mi cuerpo, y sentir toda tu piel contra la mía. El vaso de besos derramado por tu vientre, que me recuerda la necesidad de volver siempre al sur de tu cuerpo, de nuestro mundo. Tú que me sugieres tantas ideas del Sur de mis recuerdos, de una Andalucía de casas blancas y bugambillas . La arena y sal seca en la piel, cristalizando los besos de playa que se vierten en tus hombros. El aire de los atardeceres de verano, que huele a mar y a frescura templada.